Por: Flannery O’Connor
Siempre he oído decir
que el cuento es uno de los géneros literarios más difíciles; y siempre he
tratado de descubrir porque la gente tiene tal impresión respecto de lo
que considero una de las formas más naturales y básicas de la expresión
humana.
Aún me inclino
a pensar que la mayor parte de la gente posee una cierta capacidad innata
para contar historias; capacidad que suele perderse, sin embargo, en el
camino. Por supuesto, la capacidad de crear vida con palabras es
esencialmente un don. Si uno lo posee desde
el inicio, podrá desarrollarlo; pero
si uno carece de él, mejor será que se dedique a otra cosa. No
obstante, he podido advertir que son las personas que carecen de tal don,
las que, con mayor frecuencia, parecen poseídas por el demonio de escribir
cuentos. Estoy segura que son ellas quienes escriben los libros y los
artículos sobre “cómo se escribe un cuento”.
Un cuento es una acción dramática
completa, y en los buenos cuentos los personajes se muestran por medio de
la acción, y la acción es controlada por medio de los personajes. Y como
consecuencia de toda la experiencia presentada al lector se deriva el
significado de la
historia. Por
mi parte prefiero decir que un cuento es un acontecimiento dramático que
implica a una persona, en tanto comparte con nosotros una condición humana
general, y en tanto se halla en una situación muy específica. Un cuento
compromete, de un modo dramático, el misterio de la personalidad humana.
Para el escritor de
ficciones, en el ojo se encuentra la vara con que ha de medirse cada cosa;
y el ojo es un órgano que además de abarcar cuanto se puede ver del mundo,
compromete con frecuencia nuestra personalidad entera. Involucra, por
ejemplo, nuestra facultad de juzgar. Juzgar es un acto que tiene su origen
en el acto de ver. En la escritura de ficción, salvo en muy contadas
ocasiones, el trabajo no consiste en decir cosas, sino en mostrarlas.
Un buen cuento no
puede ser reducido, sólo puede ser expandido. Un cuento es bueno cuando
ustedes pueden seguir viendo más y más cosas en él, y cuando, pese a todo,
sigue escapándose de uno.
En la mayoría de los
buenos cuentos es la personalidad del personaje lo que crea la acción de
la historia. En la mayoría de esos cuentos, siento que el escritor ha
pensado en una acción y luego seleccionado un personaje para que la lleve
a cabo. Usualmente, existen más probabilidades de llegar a un buen fin si
se comienza de otra manera.
Si se parte de
un personaje real estamos en camino de que algo pase antes de empezar a
escribir, no se necesita saber qué. En verdad, puede ser mejor que uno
ignore lo que sucederá. Cada uno debe ser capaz de descubrir algo en el
cuento que escriba.